Fue el 29 de enero de 1937, día del encuentro de Lanza del Vasto con Ghandi. Lo cuenta el primero en su libro Peregrinación a las Fuentes, escrito a la vuelta de la India: … Aquí, ante mis ojos, está el único que ha puesto un poco de verdor en el desierto de este siglo. El que conoce la dura ley del amor, dura y clara como el diamante. El capitán de los desarmados, el padre de los parias, el que reina por derecho divino de santidad. Ha venido a mostrarnos el poder, en este mundo, de la Inocencia absoluta. Ha venido a probar que ella puede parar las máquinas, plantar cara a los cañones, poner en jaque a un imperio. Ha venido al mundo a traernos la nueva del más allá donde no cambia nada. Esta verdad la sabíamos nosotros, los cristrianos, desde siempre. Pero entre nosotros había permanecido tan insólita, tan extrañamente contraria a todo lo que el mundo y los hombres nos han enseñado, que no sabíamos qué hacer con ella. La teníamos entre muros de iglesia y en la sombra del corazón. Tuvo que venir él, el hindú, a enseñarnos lo que siempre hemos sabido. Y mientras que el anciano me interroga y me sonríe, yo callo, tengo que hacer un esfuerzo para no llorar…