Llegan a donde estamos dos paisanos y una paisana con un perro y les preguntamos sobre el castro El Molino, que debe de estar muy cerca de donde estamos. El más joven nos dice que es de Sartaguda, pero no sabe a ciencia cierta. El mayor piensa que está abajo, a la izquierda, porque allí estaba el molino. Mirando, mirando, creemos verlo:
–Ese mogote junto al río tiene que ser.
Dejamos el oppidum de la Torre de Rada, ahora de Velasco. Dejamos también tres parejas de cazadores de conejos, que han estado todo el tiempo disparando, cada pareja separadamente, en unas piezas al otro lado de la pista. Acertamos. Cerca de la Casa del Guarda y a un tiro de piedra lago de las ruinas del molino, está el último resto de un poblado del Bronce Final o Hierro antiguo, a juzgar por unas pocas cerámicas manufacturadas, arrasado por el río Ebro en uno de sus leves meandros. Tal vez la escollera (esta vez, bloques de piedra, que colocó en la base del río la Confederación Hidrográfica del Ebro, ha salvado el mogote de tierra y piedra que todavía resiste justo en el borde del cauce, sobre el que montan, además, dos postes del tendido eléctrico.
Asomándonos peligrosamente, vemos solo una parte de la muralla defensiva, que guardaba el flanco occidentaal del castro, extendido hacia el este, que hemos visto antes en las fotos de Armendáriz, quien corrigió en su día la interpretación quasi oficial de que se trataba de una obra romana: un muro de poco más de un metro de espesor con doble paramento de piedra caliza de sillarejo calzada con ripios, con relleno compuesto de despojos de la misma piedra y grandes cantos rodados, con un alzado de 2,5 m. La muralla está complemetada por un foso de unos a 5 a 6 m. de anchura y una profundidad de 3 a 3´5, con el fondo colmatado por tierra y derrubios de la propia muralla. Desde el otro lado del río se verá mucho mejor. En los alededores de esta ruina se hallaron unas pocas cerámicas manufacturadas. Damos una vuelta por los alrededores para imaginar la terraza aqui levantada, que han ido deshaciendo durante siglos los elementos y los trabajos antrópicos: un camino ancho con su ribazo lleno de mostazas blancas, una carretera y la caja del Canal de Lodosa.
Un caso parecido de poblado reducido por otro meandro del rio lo vemos en el término de Las Peñuelas, en el yacimieno llamado El Encinillo, descubierto y estudiado por arqueólogos riojanos a mediados de los ochenta. Encontraron cerámicas acanaladas e incisas, también prpias del Bronce Final y Hierro Antiguo. Debio de ser abandonado en el Hierro Medio, y sus habitantes debieron de correr la misma suerte que los del poblado cercano, El Molino. Su estado actual no solo está deteriorado por el meandro del río, sino, igualmente, por las obras del Canal y por la roturación agrícola.
Partimos hasta Alcanadre (en árabe, el puente, los arcos, el acueducto: Acueducto Alcanadre-Lodosa)), pueblo riojano vecino, de poco más de 600 habitantes, y almorzamos en uno de los rincones de su extenso regadío, al que llegamos por un soberbio paseo con plátanos ya podados.