Los cartularios de Valpuesta. El primer castellano

 

    Desde Salinas de Añana, atravesando el desconocido Valle de Valdegovía, y tras pasar Villanueva. del mismo apellido, llegamos, tras unos pocos kilómetros a Valpuesta, término burgalés que se incrusta en el valle alavés de Valdegovía. Valpuesta es una entidad local menor del ayuntamiento burgalés de Berberana, comarca de Las Merindades, cerca del Parque natural burgalés de Montes Oberenses-San Zadornil y del alavés de Valderejo. En este pueblecito, de entre 5 y ocho habitantes, otrora amurallado, bullicioso este sábado veraniego de turistas, sobresalen a primera vista la Torre de los Condestables, toda agujereada de saeteras y con muchos huecos bajo el alero, y la Colegiata gótica, toda una catedral, levantada sobre una vieja ermita que databa de comienzos del siglo IX y sustituida después por una iglesia visigótica y otra románica. Fue el Monasterio-Colegiata la sede episcopal  del condado de Castilla desde el siglo IX al XI. Restaurado el año 804 por el obispo de Oca, don Juan, con la ayuda del rey de Oviedo, Alfonso el Casto, le estuvieron sometidas varias iglesias y monasterios de los contornos. Varios de los abades del Monasterio -de la observancia tradicional española, vinculada a la Regla de San Fructuoso, cuyos miembros se llamaban fratres- fueron obispos. Don Munio fue el último de ellos, antes de su traslado a Burgos. El conjunto poblacional, rodeado de un espesa vegetación, que acompaña al arroyo Mioma, nombre de un pueblo cercano o rodea el Manantial de los Canónigos, mantiene todavía una docena de casas, algunas vaciadas ya por dentro, entre las que sobresale el palacio de los Zaldívar (s. XVI), bien renovado, que luce en su fachada dos cuadros de piedra con las inscrpciones: Vivebienqueasdemorir y Domçaldibar1590. Tomamos café en un bar restaurante abierto en los bajos de una casa aledaña,, muy reconstruida, del XIV, frente a la Colegiata, con entramados de madera en dos fachadas salientes, montadas sobre arcos de madera y piedra. Dentro de la Colegiata, visitada por 10.000 turistas anuales, donde se celebra misa los domingos, y desde hace años en permanente restauración, admiramos el retablo del XVI, los altares, el Crucifijo renacentista, las restauradas vidrieras, y paseamos por el bello claustro recién abierto. Pero nos fijamos sobre todo en la exposición de copias de los cartularios de la Colegiata. acompañados de una pequeña historia de los mismos, que, como cada año, prepara la Asociación de Amigos de Valpuesta. Ya el año 2010, la Real Academia de la Lengua editó en dos volúmenes el Becerro Gótico o Antiguo, con 187 documentos de escribanos, que v an desde el año 804 hasta 1140, así como el Becerro Galicano, que contiene 138 cartas del Antiguo y tres que no constan en aquél. La editorial burgalesa Siloé está a punto de publicar la versión facsímil de los originales, que se hallan depositados en el Archivo Histórico Nacional. El franciscano valdegoviano (del cercano Tuesta), Saturnino Ruiz de Loizaga, archivero ahora en el Vaticano, el mayor especialista en los cartularios, no duda de que las primeras voces escritas en lengua romance se encuentran en el Becerro de Valpuesta: los escribanos que escribían en latín, y que no lo conocían bien, incurrían a veces en errores imputables a la lengua que hablaban, o se veían forzados a utilizzr ésta cando tenían que consignar términos no latinos o cuyo equivalente latino no conocían. Así, en documentos datados los años 939, 944 y 950 (¡siglo X!)  aparecen escritas las palabras sueltas, o en frases corrientes:  cuenca. fuero, fresno, concejo, piele, potro, kasa, capo, matera, carne, serna, ganato, manzanos, perare, cassios o iermanos. Un siglo antes que las Glosas Emilianenses, de San Millán.