Los tres castros de Peralta (I)

 

    La mañana de este sábado febreril sigue anclada en el reino aéreo de una anticiclón duradero. Las mañanas y noches están siendo frías, pero el sol luce redondo durante el día, y la lluvia sigue sin aparecer en todo el mes. Si no fuera porque la media del agua embalsada en Navarra es inferior a la del conjunto de España, e inferior incluso a la de la cuenca del Tajo y del Júcar, diría que es un día inmejorable para salir de excursión.

Algunos almendros han resistido las heladas continuas y dejan entrever unas pocas flores sonrosadas. El tráfico Pamplona-Tudela  es grande y parece cuadruplicado en el cuadrivio que se forma con la carretera Falces-Marcilla, en el termino de Arlás, nombre  del antiguo despoblado en el siglo XIII, donde queda el restaurante-bar o Venta que lleva ese nombre, junto a talleres Zubiri, algunos almacenes, vivos o muertos, y algunas granjas. La construcción del cuadrivio viario dejó bien visible la pendiente de la parte sur oriental del cabezo, de 20.000 metros cuadrados, que se alza hasta una altura de 302 metros y que eligieron los habitantes del Hierro Antiguo para plantar su modesto poblado. Entonces tenían el río Arga a solo 800 metros, muchos siglos antes de que los peralteses de fines del siglo XX lo alejaran hasta los 1.900 metros de allí.

La subida es fácil. Todo el cabezo es un tupido sisallar, donde la única curiosidad son las innumerables caracoletas y algunos caracoles, vaciados sin duda por los pájaros que se nutrieron de ellos. No queda resto alguno de muralla, que sin duda, si la hubo, fue aprovechada por los posteriores habitantes romanos y los que los siguieron hasta la extinción del poblado en el medievo. Este tuvo una iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora, cuyas ruinas, visibles durante mucho tiempo, han desaparecido por completo. Sólo queda en el flanco occidental un montón de piedras, mayormente cantos rodados, sacados de las fincas aledañas. Es evidente el foso perimetral, que parece doblarse en la parte suroeste. En este lugar Javier Armendáriz encontró cerámicas celtíberas y manufacturadas y un as ibérico, amén de muchas cerámicas romanas y otros restos medievales. Lo más sobresaliente fue un as romano, del tiempo de Tiberio, acuñado en la ceca de Graccurris (Alfaro).

Almorzamos en unos soportes  delante de la nueva y sencilla ermita de San Pedro de Arlás, toda de ladrillo rojo, levantada el año 2000 por la antigua y numerosa Cofradía de San Pedro, que guarda la imagen del santo, imagen romanista c.1600, bendecida en 1954. Junto a la ermita, rodeada de dos irregulares rodales de cipreses y de acacias, levantaron dos altos mástiles, rematado uno en una cruz y otro sosteniendo una campana. Pero no hay papelera alguna y tampoco un elemental panel que ilustre el lugar.

Delante de nosotros, entre neblinas, los cortados yesíferos de Peralta, sobre el río, y, mucho más cerca, unos extensos campos de habas,  en torno a  una caseta de riego.