De la mano de Juan Manuel de Prada me llegan unos versos pascuales del poeta, novelista y periodista madrileño, Agustín de Foxá, cuyas prosas leí hace muchos años, y que por su hermosa y original factura los añado a mi, a nuestra celebración pascual:
Cuando, el día del juicio, resucite,
yo buscaré tu cuerpo
recién nacido, con rocíos nuevos
sobre tus senos, nuevamente vírgenes.
Habrá una aurora extraña, dirigida
por jerarquías de Arcángeles azules.
Preguntarán los prados
¿Qué es esta primavera milagrosa?
En la tumba de yeso
se moverán los cuerpos sonrosados,
la rama del ciprés será caliente
y la luna de enero tendrá alas en sus bordes.
Tú vendrás toda nueva,
desnuda, con tus forma recobradas,
otra vez tus venas vibradoras,
donde por mí tu sangre era de espuma.
¡Qué despertar! ¡Qué fiebre de latidos!
¡Qué nebuloso azul de corazones
palpitando otra vez!
Solo el mar ciego
continuará su canto sin sorpresa.
Pero yo y tú enlazados
con nuestros brazos de resucitados,
con nuestras manos puras
que, enterradas, se habían olvidado
de cómo era la piel de la naranja,
nos haremos caricias encendidas.
Tú y yo solos.
Y acaso,
distraída, me preguntes:
¿Qué son esas trompetas
que turban nuestro amor bajo los árboles?