Hace varios meses que las salas de los romanos, el románico, el gótico y el Renacimiento del Museo Bellas Artes, de Bilbao, salas 1 a la 12, están parcialmente ocupadas por la exposición Los años 50. La moda en Francia, 1947-1957. Uno va pasando entre innumerables modelos de vestidos femeninos, carteles, fotografías, portadas de revistas, vídeos…, que reciben muchas más visitas de las que recibían los cuadros de pintura, tradicionales habitantes de estos espacios. Uno de los que mejor resiste la nueva ocupación es un desnudo o semidesnudo femenino, que se diría parte de la nueva Muestra. Pero no. Aunque vecina reciente del Bellas Artes (2012), es Lucrecia, una de las creaciones del germano Lucas Cranach, el Viejo, que la pintó al óleo sobre tabla en 1534. Joven y virtuosa romana, Lucrecia estaba casada con un noble romano, pariente del rey Lucio Tarquinio el Soberbio. Según Tito Livio, el hijo del rey, al no conseguir seducirla, la violó el muy bestia. Confesó Lucrecia la deshonra a su esposo y a su padre, a quienes hizo jurar venganza antes de quitarse la vida en su presencia. Una luz blanca envuelve el joven cuerpo semidesnudo de la adolescente, con pechos de niña, adornado por unos collares de orfebrería, por un velo blanco, plisado y transparente, que cubre su cabello rubio recogido, su diadema, brazos y alto vientre, y un manto de piel y terciopelo granate que vela sus partes pudendas. Con los dedos de su mano izquierda oculta su ombligo, mientras con la derecha sostiene el puñal con la punta dirigida hacia el corazón. antes de taladrar su sonrosada piel y su carne excitada y excitante. Con cara de mártir santa, ella es el paradigma de la belleza, de la juventud, de la virtud y de la venganza pública del vicio inhumano. Para mí, el cuadro vale tanto o más más que la Exposición de la Moda Francesa de los años 50.