Junto a la Exposición sobre las catedrales, de las que un día hablé, en el claustro y estancias aledañas de la catedral de Burgos, se expone la primera parte de la muestra de las Edades del Hombre, dedicada este año a la Virgen Santa María.
Las catedrales católicas se construyeron para mostrar y exaltar ante todo la gloria de Cristo y de María su madre, trasunto de la gloria celeste. Las imágenes de Cristo Pantocrator o del Cristo Juez en las postrimerías del mundo, o el Cristo crucificado al final de su pasión son imágenes repetidas tanto en la tradición iconográfica románica como gótica y presiden habitualmente el programa escultórico de las catedrales.
Pero, a la vez, a Santa María se dedican la mayoría de los templos catedralicios, bajo varias advocaciones, entre las que sobresalen la de Madre de Dios y la Asunción a los cielos. Las imágenes clásicas como Sedes Sapientiae (Madre de la Sabiduría), o Madre del Niño, o Asunta por Dios, entre ángeles del cielo, presiden altares, presbiterios y retablos mayores. A muchas de estas imágenes, como a otras de Cristo, se les atribuyen favores y milagros, y fueron o son sus altares destinos de visitas, viajes y peregrinaciones de devotos y peregrinos desde lugares cercanos y lejanos, en días concretos del calendario.
En la Esposición de la catedral de Burgos, la imagen más antigua de todas (1200) es la de Santa María de Toledo, o Virgen del Tesoro, chapeada de plata repujada y dorada sobre madera tallada, encarnada y dorada, procedente de la catedral de Toledo. Las más numerosas son las representadas como Sedes Sapientiae, con el Niño sobre las rodillas, o como Madres con el Niño en brazos. Así la Virgen con el Niño, que preside la capilla de Santa Catalina de la catedral de Burgos. O Nuestra Señora la Blanca, de la catedral de Astorga. O la deliciosa, esta vez sin corona, anque también sin brazo derecho, Nuestra Señora de la Consolación, qe tiene su sede en el claustro de la catedral de León, las tres de finales del XIII. O Santa María de la Sede o Virgen del Pajarito, del siglo XIV, casi una niña con su hijo crecidito en el brazo izquierdo, toda de piedra arenisca, procedente de la catedral de Salamanca. Todas, de autor anónimo. Más otras, similares, provenientes de las catedrales de Ávila, Burgo de Osma, Plasencia, Valencia y Vitoria.