No deja de sorprenderme la relectura, después de muchos años, del discurso de Julián Besteiro en el acto de recepción en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, el 28 de abril de 1935, titulado Marxismo y Antimarxismo. Si el análisis de las corrientes filosóficas del siglo XIX, el fascismo del siglo XX, la crisis de entreguerras, la derrota de la Sociademocracia alemana, o la formación del Quinto Estado, llenan varias páginas, el contenido principal del trabajo es mostrar el socialismo ortodoxamente marxiano como un socialismo democrático, opuesto a cualquier dictadura y a cualquier coacción. En la fecha en que esto se hace público, con un partido socialista español dividido en dos, y alejado el autor de la corriente mayoritaria largo-caballerista o bolchevizante, son del mayor interés las alusiones a su propio partido y a los partidos europeos inclinados a posiciones revolucionarias y filosoviétiacas, queriendo huir al mismo tiempo de la superstición de la eficacia absoluta de las funciones gubernamentales (1931-1933) o, ya fuera del Gobierno, del culto de la violencia, sin un programa bien maduro de política gubernamental, al modo de los laboristas ingleses (1933-1936). Otra suerte tal vez hubiera corrido la historia de la España de la segunda mitad de los años treinta, si el PSOE hubiera tomado en serio estas palabras semi-proféticas de Besteiro: Para una Partido Socialista, sobre todo si su paso por el poder, aunque sea rico en reformas parciales, no le ha permitido abordar los grandes problemas de socialización, el ejercicio de la función coactiva habrá de ser siempre una fuente de descrédito ante la masa general de los ciudadanos, y muy especialmente ante sectores muy importantes de la clase obrera. Casi al final de la guerra, Julián Besteiro volvería, esta vez por radio, sobre la coacción, la violencia y la dictadura, en unos momentos trágicos. Pero son pocos los que quieren recordar, y menos celebrar, estas intervenciones.