Espanta leer en los periódicoso o recibir ciertas informaciones que nos envían agencias y asociaciones especializadas sobre la situación de ciertas minorías étnicas y religiosas en el  territorio ocupado por el llamado Estado Islámico, donde los templos cristianos se han convertido en mataderos para sacrificios islámicos  y hasta  -¡horresco scribens!- en mataderos de cristianos , donde se cortan cabezas, piernas, brazos… y se amontonan los cadáveres de los  cristianos asesinados y también de musulmanes que no compartan sus criminales creencias o sus infames atropellos. ¡Mártires venerandos de nuestro siglo! Ante tal excidio pasa a muy segundo lugar la reflexión sobre la responsabilidad política de Occidente en tamaño genocidio por sus anteriores comportamientos, así como sobre el miedo o el falso respeto de muchos europeos en la propia Europa ante ciertas exigencias y actuaciones del Islam. ¡Hoy, fecha conmemorativa de la batalla de Lepanto, cantada por Cervantes y por toda la cristiandad! Pero no por eso debemos quitarles importancia.– Cada uno sabe qué puede hacer para evitar esta tragedia. Pero de cierto no haremos nada, si no hacemos algo por conocerla y por  tenerla como una de las mayores de nuestros días.