La visita de Sánchez y su numeroso séquito al Vaticano, el 11 de octubre pasado, pasó esta vez sin pena ni gloria, no como la última, cuando el papa se remangó y soltó un discurso sobre la patria al presidente español, que fue muy comentado por todos. Tal vez las reiteradas visitas de Yolanda Diaz a Francisco han abaratado la especie. Coincidió Sánchez en los pasillos vaticano con Zelenski, lo que es ya es coincidir. Los temas de la visita, según Sánchez, fueron la situación de Oriente Medio, la guerra en Ucrania y la crisis migratoria en las Canarias.
Esta vez la audiencia duró solo media hora, porque el objetivo principal de la visita estaba en la primera logia del edificio, donde esperaban al presidente español el secretario de Estado, Pietro Parolin, y el secretario para las Relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher. Aquí, los temas tratados fueron, al decir del mismo, la aplicación y el desarrollo del informe y las conclusiones del Defensor del Pueblo sobre los abusos sexuales del clero y la resignificación del Valle de Cuelgamuros. El Gobierno español, según su presidente, manifestó su absoluta predisposición a llegar a un acuerdo con la Iglesia católica para resolver estas dos cuestiones.
Días después, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que presidía la delegación del Gobierno en la canonización de los «Mártires de Damasco» (1860) -siete franciscanos españoles, de catorce- proseguiría la negociación con los mismos negociadores vaticanos.
Finalmente, el presidente español volvió a invitar al papa, esta vez en nombre del Gobierno de España y del conjunto de los españoles, a visitar las Islas Canarias.
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Para el Señor morimos.
Y por eso el misterio
tiene sentido.