La Teología de la Liberación -TL-, gestada en la periferia de la Iglesia y de la sociedad, que mira a liberar la teología de una tradicional ideología, convirtió el concepto-palabra de liberación en una óptica fundante de la teología. Pero tan nueva teología presupone la experiencia de Dios en los pobres por parte de los teólogos. Es decir, la vida de la comunidad eclesial, que ha hecho esa arriessgada y generosa opción, es el lugar natural de esa teología, precede a esa teología. Es la experiencia de esas comunidades eclesiales la que da de pensar a esa teología. La TL es la reflexión sobre esas vivencias.
Han pasado cincuenta años desde la publicación por el el teólogo peruano, hoy dominico, Gustavo Gutiérrez, 93 años, del libro Teología de la Liberación. Perspectivas, (Lima, 1971). Los principals valedores de la misma -Juan Pablo II llegó a rectificarse y a declararla no solo oportuna, sino útil y necesaria (1986)- estiman que, como todas las ciencias, tambiérn la teología, y con ella la TL, están desafiadas a a refundarse en estos nuevos tiempos, en el orden social, epistemológico y religioso. El modelo metodológico de aquella asumió la epistemología de la praxis, privilegiando la dimensión política, solo una parte de la compleja experiencia humano religiosa, dejando fuera amplias zonas de la misma.
Por otra parte, ¿qué ciudadanos europeos o residentes en los países ricos de América, Asia y Oceanía, piensan que su sociedad es una sociedad de vencidos; una sociedad de crucificados; una sociedad fundada en la injusticia institucionalizada; un contexto de violencia sistémica, como repiten los fundadores de la TL y algunos de sus actuales valedores?