Primeros de octubre. Tenemos ganas de volver a la estación megalítica de Agiña para acabar la serie de excursiones al megalitismo del norte de Navarra. Y el día nos ha salido perfecto. Además, frente a la sequía que nos ahoga en Pamplona, leemos que ha llovido durante toda la semana en Lesaka. Pero, al llegar al sitio, hay una multitud de gente con coches, motos, bicis… Tal vez una fiesta, una carrera. Seguimos por eso adelante, hacia Oyarzun. Nos paramos un rato, para almorzar, a orillas del embalse de San Antón, que está bajísimo.
En un momento dado, tomamos un desvío, GI-3454, que nos sube a no sabemos dónde. De pronto, al llegar a un recodo, vemos un gan letrero: Egiarko Harrespil Multzoa – Agrupación de Cromlechs de Egiar..., montículo de unos 300 m., junto con un mapa gráfico de los mismos, y el apunte de que la estación de la Edad del Hierro fue descubierta en 1909 por P. Soroluce, estudiada y restituida, respectivamente, en 1912 y 1967, por T. de Aranzadi y J. Altuna.
Entramos por un sendero de metro y medio de ancho, entre unos pinos entreverados de robles americanos, y encontramos a los diez minutos en un breve raso horizontal, justo donde el montículo se inclina hacia el sur, un conjunto de siete cromlechs alineados de diferente tamaño, con piedras de la zona, rocas de conglomerado con blancos cantos rodados en su interior. Es una de las 13 estaciones megalíticas más importante de la villa de Oiartzun, la más rica en megalitos de todo Euskadi. Un pequeño atril de cemento y placa de metal nos ilustra: Monumentua. Egiar. Mairubaratzak [Huertos de moros] -Cromlechs. Historiaurreko hilobak. Sepulturas prehistóricas. Uno de los mayores círculos tiene un testigo de casi dos metros de altura. Otro incluye una piedra arenisca, traída del fondo del valle. Las excavaciones hechas hasta ahora no han dado resultado alguno de restos humanos. Los trabajos de acomodación del sendero, corte de arbolado y nivelamiento del terreno, subvencionados por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, han sido llevados a cabo por la empresa Lurrailan bajo la dirección del arqueólogo Luis del Barrio.
En la vertiente norte se abre a nuestros pies una gran hondonada con amplios pastizales, con muchos grupos de piedras blancas en las faldas, que se nos antojan también a veces círculos de piedras. Los montículos, los montecilos, los montes ondean suavemente, verdemente, hasta el mar, que tenemos muy cerca. Vemos con nitidez el puerto deportivo de Hendaya y el ancho océano azul; el Fuerte de Guadalupe de Hondarribia, el santuario mariano y todo el sotomonte punteado de villas blancas. Y al otro lado del Jaizkibel, el chafarrinón de Lezo, Errentería y Pasajes, atravesado por una intensa luz que estalla desde el mar.