Megalitos en Gorramendi

 

            Otro  sábado esplendente de septiembre, con suave cierzo desde la mañana, nos lleva a las alturas del Gorramendi baztanés, donde la última vez encontramos un variado acervo de megalitos que en ocasiones anteriores no habíamoas descubierto. Partimos  de nuevo desde la carretera de Elizondo-Urdax, poco antes de llegar al puerto de Otsondo, por la pista de 11 kilómetros que abrió en 1954 el ejército de los Estados Unidos de América cuando instaló la base militar conjunta con el ejército español del Aire, con una estación de control y envío de comunicaciones, que alcanzaba un radio  de 555 millas, desde Inglaterra hasta la base de Rota en Cádiz. Dos filas de pequeños pilotes de cemento, cercan, cada diez metros y por los dos lados, la pista.

Nos soprende lo verde que está el monte, lo verdes que están los helechos, seguramente por alguna lluvia reciente, que desconocemos en Pamplona. Comemos y sesteamos en el llano de Itzulegi, donde estuvo la zona de vida de la base americana, con sus edificios reidenciales, área recreativa, cine, bolera… Ningún panel lo recuerda. Varios de ellos nos ilustran sobre la estación megalítica y sobre la riqueza biológica de la zona. Hay en uno de los ángulos del llano dos coches aparcados con un grupo de paisanos. Algunos vuelven del monte a pie, más madrugadores que nosotros.

Nos detenemos  luego en el collado de Urlegi, donde hay siete crómlechs, entre los que sobresale uno, que la nueva pista rozó, de 12 metros de diámetro, cerca del cual hay un menhir tumbado, de casi cuatro metros de longitud. En el proximo collado de Eskosko o Zimitza, vemos otro cromlech con una gran piedra, y otro menhir a pocos metros. En el  collado de Maistrugain, junto a la primera antena, en el monte Aizpitza, dominando todo el valle del Baztán, se desparraman más de una docena de cromlechs, con dos menhires tumbados. Seguimos hasta la cumbre  del Gorramendi (1071 m.) donde, a la izquierda de la pista, nos espera el famoso y enhiesto menhir de mismo nombre, de 1 ´80 metros.  En esta cumbre instalaron los norteamericanos cuatro gigantescas antenas tropocaster, y ahora se  levanta una pequeña antena de TV. Por ver otro menhir, tumbado, de tres metros  y 10 centímetros  seguimos andando, detrás de una pareja algo más joven que nosotros, hasta la cima próxima de Gereztegi u Otanarte (1079 m.), donde hoy se alza la mayor antena mixta para toda la zona.

Desde aqui, más alla del Larrún y de las Peñas de Aya, vemos el mapa vivo y desvaído de Ultrapuertos  y Labort, y el Atlántico como fondo azul. Al este, la cadena de los montes Tuturru, Tutalia, Astate, Buztanzelai o Aintziaga, nombres que evocan las batallas de la Guerra de la Convención y el nombre del futuro mariscal baigorriano Harispe, nos cierra la vista de San Martín de Arrosa o de San Esteban de Baigorri, protegido por el Auza (1.306 m.), el gigantón de  la zona. Al oeste, nos damos con la muralla pétrea de  Aintzola, Alkurruntz, las Peñas de Betarte y  Larro. Y en el hondo y verde valle, que todos llaman idílico, del Baztán brillan al sol, entre los hayedos, algunos blancos caseríos de Maya, los barrios de Aztoy y Urrasun, de Azpilkueta, y el barrio industrial de Ordoki, de Arizkun.

Imposible avanzar desde aqui por la pista, porque está literalmente des-trozada. El cromlech del próximo monte Gorramakil (1090 m.), la cima más alta del macizo,  tiene apiladas las piedras del peristalito. En Gorramakil estuvieron operativos los dos grandes rádares de la base americana, que, a finales de los sesenta, fueron trasladados a Motril (Granada). Hay quien dice que los norteamericanos no controlaban solo a los soviéticos y a sus aliados, sino también al siempre muy suyo ejército francés, que en el cercano monte de Artzamendi  tenían una estación troposférica, que enlazaba con Portugal, con un radar aéreo propio.

A media altura del proximo monte Akomendi está otro dolmen navarro de corredor junto a los de Artajona, el Bardaxilo, que,  en vez de túmulo de piedras y tierra, tiene losas apoyadas y otras hincadas en derredor. Yendo un poco más allá, hacia el monte Alkaxuri, en una loma anterior encontramos seis cromlechs poco comunes, llamados Amabirjiñei Arpea, que pasaron en un primer momento por dólmenes, de pequeño diámetro, sin túmulos ni restos de cámara.

Al volver, encontramos varios grupos de personas que vienen caminando hacia el Gorramendi. Acabamos tomando un refresco en la terraza del restaurante de Elbete, junto a la iglesita del pueblo.  La última vez que volvió al Baztán un grupo de aquellos jóvenes soldados de la base americana, ya señores provectos, con sus mujeres y sus hijos, se reunieron aqui con sus amigos baztaneses, que trabajaban en la base o conocieron en los bares, tiendas y calles de Elizondo o de otros pueblos del Valle. Fue aquella base todo un acontecimiento exótico en aquel Baztán de los años cincuenta y sesenta. Un poco más cercanos, con todo, que los célebres megalitos que hemos venido de nuevo a ver.