Lo digo desde el punto de vista del puro poder (autoridad, influencia, beneficios), que es el de la política en general y de la política navarra, en particular,y, además, en este momento.
¿Merecía la pena, tras 23 años de sequía de poder ejecutivo, alcanzar ese poder (¡podercito!) en Navarra a costa ( y al coste) de aparecer el PSN en toda España, una y otra vez, un día sí y otro tambien, vinculado al nacionalismo confederalista/independentista vasco y hasta al independentismo heredero del terrorismo?
¿A costa de decepcionar a miles de sus votantes y a miles de futuros votantes posibles de su sigla? ¿A costa de perturbar, agraviar y exasperar, día tras día, a millones de constitucionalistas navarros y españoles?
¿A costa de desdecirse, contradictoriamente, de casi todo lo dicho y proclamado durante la anterior Legislatura con Gobierno nacionalista/independentista vasco y autodeterminista?
¿A costa de salvar de la extinción a dos partidos residuales leninistas, PODEMOS e IU, y de entregar a confederalistas/independentistas vascos y a leninistas autodeterministas casi la mitad de las consejerías y direcciones generales, algunas de ellas decisivas a la hora de destruir toda la obra constitucionalista en Navarra?
¿A costa de entregar al PNV la presidencia del Parlamento y el senador autonómico, sueño de todo un siglo? ¿A costa de entregrar a Bildu no sólo un puesto en la Mesa del Parlamento o la alcaldía de Huarte, sino sobre todo la presidencia de la Mancomunidad de Pamplona, después de que perdiera las elecciones en los principales municipios de la comarca? ¿Y cuántas cesiones, concesiones, entregas voluntarias o forzosas veremos todavía?
¿A costa de imitar, más pronto que tarde, la desastrosa obra de desgobierno del PSC y sus tripaprtitos en Cataluña, que han llevado la Comunidad catalana al precipicio político, social y cultural? Aqui el Cuatripartito deviene Pentapartito siempre que se empeñe el sucesor de Herri Batasuna-ETA, que dejó, además de muertos, heridos, mutilados, extorsionados, desterrados… la herencia permanente del odio y la venganza en forma de autodeterminación activa y perpetua, y de amenaza constante de anexión de Navarra a Euskal-Herria, junto a medio siglo de miedo, desprecio e indiferencia.
¿A costa de acompañar y satisfacer en todo momento a los que prometieron acatar la Constitución por imperativo legal, dejando constancia práctica de que la Constitución no vale nada como criterio, guia y pauta, cuando hay cualquier interés, cualquier poder que se le anteponga?
¿Merecía la pena?