Se acaba de publicar en España una suerte de memorias de quien fuera buen dramaturgo, un sólido intelectual comprometido con su patria durante la dictadura comunista, que llegó a ser presidente de la República de Checoslovaquia (1989-1992) y después de la República de Chequia (1993-2003). Se titulan Sea breve, por favor: Pensamientos y recuerdos. Para mí Havel ha sido uno de los políticos mejores -y con esto me ahorro calificaciones y clasificaciones que ahora no vienen a cuento- de la Europa de nuestros días. Ésta era su concepción de la política: “En los últimos quince años he tenido la oportunidad de convencerme de la importancia, en un Estado democrático, de que la política no sea una mera tecnología del poder, sino que dé un verdadero servicio a los ciudadanos; un servicio, a poder ser, deseinteresado, fundado en ideales concretos y que atienda al orden moral por encima de nosotros, que perpetúe los intereses de la raza humana a largo plazo y que no sólo le inquieten las preferencias de la sociedad del momento; en definitiva, (una política) que se niega a convertirse en un mero juego de diversos intereses particulares o fines pragmáticos tras los que finalmente se esconde un único objetivo: el afán de mantenerse en el timón a cualquier precio“. Y como sus palabras fueron sus obras durante década y media de primer actor en su país.