Coincidiendo con la elección de un nuevo papa, qué casualidad, el novelista Juan Goytisolo ha publicado un artículo en EP -comentando otro reciente, contra el papa Ratzinger, del teólogo Juan José Tamayo, a quien defiende como si necesitase defensa alguna-, en el que amasa de manera torpe en una pocas líneas todo lo peor de los 2.000 años de la Iglesia católica , y dice cosas como éstas: Si la doctrina de Marx sobre la dictadura del proletariado, necesaria para la consecución del ideal igualitario (sic), condujo a la sustitución por la del Comité Central del Partido, la de éste por la de su Buró Político, y la del último por la de un omnímodo secretario general de la índole de Stalin, la enseñanza de Cristo engendró, al hilo del tiempo, una casta eclesiástica investida de un poder divino y temporal, cuya crueldad en tiempo del Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) no tendría nada que envidiar a la del líder soviético. Estas frases desprestigian y desautorizan a cualquiera, y también a Juan Goytisolo, y prueban una vez más que novelistas, o poetas, o músicos, o periodistas, pongo por caso, no tienen por qué ser ni pensadores, ni historiadores ni teólogos, y a veces no son sino vulgares panfletistas. Tenemos la desgracia, en un país de ignorantes e intolerantes como el nuestro, de tener que aguantar y sufrir, con cualquier motivo, y sobre todo cuando se trata de habérnoslas ante grandes hombres, la irrupción de hagiografías y panfletos, cualquier cosa menos algo serio. Pero con panfletos y hagiografías no se hace la historia, ni la teología, y menos aún la convivencia entre los hombres.