Ni odio ni rencor

Una persona amiga, muy espiritual, me escribe para reconfortarme: «… Tenemos que dar gracias cada día, por duro que nos parezca, y pedir que sigamos manteniendo la esperanza. Podemos, en un momento dado, sentir rabia ante tanta injusticia. Pero no podemos permitirnos ni odio ni rencor. Sintiendo eso, nos hacemos daño a nosotros mismos. Como bien dices, tenemos que mirar y pedir por los que más sufren, como son las víctimas del terror. O como la familia de una criatura que ha fallecido aquí, una mamá de 39 años que deja tres pequeñajos. Eso es sufrir (…) Muchísimo ánimo«.