«… no será ir a tierra extraña…»

 

En fin, es amor [el amor de Dios] y merece este nombre, que hurtado se le deven tener acá las vanidades del mundo. ¡Oh, válame Dios, qué cosa tan diferente deve ser el un amor del otro a quien lo ha provado. Plega  a Su Majestad nos le dé a provar antes que nos saque de esta vida, porque será gran cosa a la hora de la muerte (que vamos donde no sabemos) haver amado sobre todas las cosas y con pasión de amor que nos saque de nosotras al Señor que nos ha de juzgar. Siguros podremos ir  con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extraña, sino a propia, pues es a la de quien tanto amamos. Que eso tiene mijor con todo lo demás que los queremos de acá, que en amándole estamos bien siguros que nos ama.

( Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, 70, 3 )