Nostalgia de Gorbachov

 

           Cada día, en cada encontronazo con el criminal Putin, el invasor y ocupador de Ucrania, se me aviva la nostalgia del último presidente de la URSS (1986-1991), Mijail Sergélevich Gorbachov (1931-2022), recientemente fallecido.

El padre de la Glasnot (transparencia) y de la Perestroika (reestructuración), con sus reformas y apertura políticas, fue el autor principal de la caída del régimen comunista y de la conclusión de la guerra fría con Occidente. Fue también el primer presidente ruso que desde 1917 se entrevistó con el papa y restableció las relaciones con la Santa Sede. El pontífice romano llego a calificarle como un hombre de principios, de gran riqueza espiritual. El 1 de diciembre de 1989, tres semanas después de caer el Muro de Berlín, en la sala del Trono del Palacio Apostólico del Vaticano, el papa Juan Pablo II enfatizó el concepto del hombre como sujeto y objeto de la nueva colaboración entre los dos Estados para promover un compromiso común en favor de la paz en el mundo: el hombre es la vía de la Iglesia (…). La humanidad espera hoy nuevas formas de cooperación y de ayuda recíproca. La tragedia de la Segunda Guerra Mundial nos ha enseñado, sin embargo, que, si se olvidan los valores éticos fundamentales, pueden surgir consecuencias tremendas para la suerte de los pueblos, y hasta los más grandes proyectos pueden fracasar.

Tras más de una hora de conversación privada con el papa en la biblioteca pontificia se anunció la promulgación de una ley que permitiría la libertad religiosa en la URSS. Todo lo que ha pasado en Europa del Este en los últimos años -dijo entonces Gorbachov- habría sido imposible sin el esfuerzo del Papa. No fue posible la deseada visita histórica del papa a Moscú, pese a las buenas intenciones de Gorbachov y de Yeltsin, seguramente por impedirla el vetusto Patriarcado ortodoxo ruso. Mijail Serguélevich siguió intentándolo sin éxito, y fue uno de los que más respaldaron el proceso de canonización de Juan Pablo II: Mi opinión es que debe ser canonizado. Fue una personalidad formidable. Un gran humanista, el más grande para mí.