¿Qué diríamos, si el día del Quijote, de otro escritor cualquiera, o de un santo o personaje típico o tópico, o de un acontecimiento insigne, nos pusiéramos a hablar ante y sobre todo, o a veces exclusivamente, de sus imperfecciones, sus deficiencias, sus lados oscuros, sus faltas o carencias? Pues eso lo que nos pasa, ya hace muchos años, con nuestra Constitución. No se la celebra: se le achaca, se le endilga, se la moteja, se la descalifica.
Típico caso del español, que celebra sus innumerables fiestas, menos las nacionales, que no sabe o no se atreve celebrar.
Y en primer lugar, los políticos, los periodistas y los comentaristas, incluso los que no se han dejado llevar por nacionalistas periféricos y separatistas, a quienes repele la Constitución y no saben hablar de ella más que para oscurecerla, criticarla, cuando no denostarla y aborrecerla, como es el caso actual de algunos antiguos pujolistas, que un día la votaron con entusiasmo.
Algo parecido sucede con el Amejoramiento de Navarra. Siempre hay una comisión en el Parlamento navarro que estudia la reforma –es decir, la revisión o la anulación- del mismo. Ahora nos copian en el Congreso de los Diputados. El nacionalismo antiespañol, o el descarado secesionismo no se detienen nunca. Y siempre hay españoles ingenuos, tibios, y sobre todo interesados y oportunistas, que juegan a hacerles el juego y sacar algún rédito de su jugarreta.