Alguien me dice que no ha etendido bien el poema sobre el Dios de Nicolás de Cusa. La verdad es que es difícil de entender. Ya de por sí, ¡Dios es dficil de ser entendido!
La palabra nos hace humanos. Animal dotado de palaba, nos definió Aristóteles. La palabra es el órgano del espíritu que hace al hombre oyente de la Palabra de Dios. Pero la palabra no nace del hombre, sino del Misterio, que habla en el univeso, en la conciencia de cada ser humano, en el rostro del otro. El hombre intenta a veces apoderarse de la palabra hasta hacerla palabrería, cuando no sofisma, mentira, insulto y hasta blasfemia. A la vez que degrada el silencio, convirtiéndolo en en ruido, imagen, chisme, propaganda.
Los místicos recurren al silencio para salvar el nombre y el concepto de Dios, para librarlos de toda pretensión posesiva. Y también porque el silencio es, segúan san Juan de la Cruz, la forma de hablar propia de Dios. También los poetas son conscientes de la insuficiencia de las palabras. Jorge Guillén escribió que toda palabra humana en relación a Dios es lenguaje insuficiente. De ello trató George Steiner en El silencio y el poeta.