¿Para qué votar?

 

Para un nacionalista exacerbado la ciudadanía de verdad es su pertenencia a un país, pertenencia exclusiva y con frecuencia excluyente. Y la democracia le interesa sólo cuando favorece esa pertenencia. La aspiración máxima de un nacionalista exacerbado, que suele ser independentista cuando se trata de un pais que no es Estado, es  verlo convertido en sujeto político autónomo, en demos, con todos los derechos del mundo a manfestarse, a votar, a independizarse. Manifestarse y votar, a ser posible dentro de la legalidad, no es para él más que un medio para ese fin. No es que su país, su nación, le dé derecho a votar, sino que el ejercicio del voto significa para él y su país el mayor reconocimiento, la práctica concesión del estatus de sujeto político, de nación política, de Estado, su anhelado sueño de toda la vida. Por eso, el resultado de una llamada consulta o referéndum  es lo de menos. Lo de más es el mismo referéndum o consulta. Ya lo dijo Otegi hace años: «No importa que perdamos sesenta veces el referendum; lo que importa es que se haga». Una vez ganado, ya no hay vuelta atrás. Ni democracia ni derecho a decidir. De ahí la estupidez de partidos, como el PSC y, parcialmente, de ICV, de ser partidarios de la consulta, dígase: del derecho a la autodeterminación, pero no de la independencia. No han entendido nada.