Tal vez el testimonio más crítico para con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y su Gobierno de coalición sea el manifiesto, prólogo de la manifestación del 21 de enero de este año en Madrid, firmado por muchos políticos y hombres públicos, independientes y de varios partidos, muchos de ellos miembros o ex miembros del PSOE, incluidos algunos ex ministros, así como por intelectuales de izquierda, como Azúa, Ovejero, Savater, Trapiello, Delkáder, Cebrián, César Antonio Molina, Varela, Auger, Sosa Wagner…
Otro intelectual de solvencia, aunque en zona más templada, una de las columnas de El Confidencial, como José Antonio Zarzalejos estampaba anteayer un calificativo aplicado al presidente, que se repite estos días con mucha frecuencia: el más narcisista e irresponsable de los presidentes de la Democracia.
Sólo hace cinco días, Juan Luis Cebrián, icono del diario gubernamental, que ha venido apoyando durante décadas a los Gobiernos socialistas, en un artículo de opinión, publicado en ese mismo diario, arremetía contra la responsabilidad y el empecinamiento de Sánchez en sostener la ley del Solo sí es sí, y le llamaba indirecta y mordazmente: petulante, desvergonzado y narcisista.
Pero el trabajo más razonado que conozco llega de aquel diputado socialista andaluz desde 1977 a 1993, ya entonces intelectual de pro, catedrático de filosofía y académico, Ramón Vargas Machuca, que en una entrevista que le hace El Confidencial del día 12 de este mes, repasa los errores de la socialdemocracia española y europea tras la caída del Muro de Berlín, y lamenta fuertemente las elecciones primarias, que él mismo alentó y aconsejó, y que llevan, según su amarga experiencia, al personalismo y al auge de la mercadotecnia. Fruto de tal error ve a Zapatero y sobre todo a Sánchez, prototipo de cesarismo, caudillismo, decisionismo y personalismo, caudillo de un partido errático, que ha sustituido los principios por los brujos demoscópicos. General es su enmienda a la política del Gobierno actual, que ha llegado hasta romper las costuras del Estado de Derecho.
A su juicio, hace tiempo que debió haber surgido dentro del partido un decidido ¡Basta ya!, que frenara esta decadencia y mutación que lo hacen irreconocible.