Perdonar-Tolerar-Castigar

 

         El Marqués de Santillana (1398-1458) dedicó uno de los primeros capítulos de sus Proverbios o Centiloquio al tema De la paciencia y honesta corrección. Tengo para mí que se inspiró en los libros de Séneca, que don Íñigo López de Mendoza tenía en su espléndida biblioteca y que, a pesar de su belicosa vida, leía muy a menudo. En las primeras estrofas el marqués se muestra favorable a la corrección reposada y al castigo moderado y honesto; a recibir al contrito y a no afligir al aflicto; a perdonar y tolerar con paciencia: ¿Quál es en humanidad / tan pecador / que juzgando con amor / e caridad / se falle la su maldad / intolerable? / ca las armas del culpable / son piedad. Siempre -prosigue- le gustó alabar al que perdona, y no menos reprobar la pena de fierro (la pena de muerte), que, si yerra, no tiene ya remedio. Pero el hombre de Estado que es don Íñigo, y a la vez moralista insigne, no confunde la esfera personal del perdón con la esfera pública donde el delito tiene consecuencias públicas: No se entienda perdonar / los torpes fechos, / nin las leyes e derechos / usurpar, / ca non es de tolerar / al que mató. / si de lexos contrayó / dapnificar. Sería no sólo una crueldad, sino sobre todo contrario a la razón de humanidad:

Ca seria crueldad
el tal perdón
e contrario a la razón
de humanidad.
Non se nombra piedad
mal permitir
mas dañar e destruir
auctoridad.