Toda España, mírese por donde se mire, está llena de políticos mediocres, sin categoría humana, sin altura de miras, sin acervo -que algunos escriben con b- cultural alguno, llenos de prejuicios décimonónicos, de lugares comunes (es decir, no personales), entretenidos en su jerga electoraiista de la que no saben salir, locuaces como cotorras, vacíos de cualquier pensamiento sereno y humanizador, burlones sin gracia, sarcásticos sin humor, agresivos sin fuerza, minúsculos sin humildad, profesionales sin profesión, políticos sin polis: sin ciudad, sin comunidad detrás de sus muchas palabras y sus pocas acciones.