Por la vía romana Fillera-Pirineo (I)

 

           Habíamos leído el trabajo de Juan Mari Martínez Txoperena-Rafael Zubiría Mujika sobre La vía de Hispania a Aquitania en el paso del Pirineo  por Ibañeta. Habíamos visitado varias veces loa trabajos llevados a cabo en  Zaldua, y teníamos noticia del descubrimiento de algunos  miliarios en la zona. También ganas de conocer de cerca todo eso, y, después de mucho discutir sobre qué tramo de recorrido elegir, nos fuimos directamente a Nagore, capital del Valle de Arce-Artzi, para ver in situ los primeros miliarios y noticias más concretas de la calzada o vía romana que, por el valle de Arce, llegaba a Burguete, de la que se tenía noticia desde los años veinte.

Es el penúltimo día de abril. Hace fresco a la mañanita y las nubes le dejan brillar al sol a ratos. Está el campo en pleno esplendor gracias a una noche de lluvias hace siete días, y los pronósticos son del todo negativos en cuanto a las próximas fechas. Ni en abril tuvimos aguas mil ni se espera pronto el agua de mayo. Nagore está transformado por el agua de cola del pantano de Itoiz, gracias al cual se han hecho casas nuevas, renovado las antiguas, creado el paseo fluvial frente a la playa del mismo nombre. Se plantaron árboles, se pusieron flores. Hoy es un pueblo suizo, alemán o austriaco a las orillas de un lago, rivalizando con Eugi. Hay algunos grupos que pasean por el malecón, vamos a llamarlo así. Hay bullanga en el nuevo centro recreativo. Pero la nueva y pomposa casa consistorial está cerrada y, según nos dicen, solo está abierta los martes y los jueves.

Aprovechamos la mañana, que aquí está más soleada, y nos vamos a la playa fluvial a almorzar, no lejos de un corro de franceses, que han venido junto con una camioneta que transporta todas las bicis.

Como la segunda referencia de los autores es el viejo despoblado vecino de Arce, seguimos hasta allá. Vemos con gusto que siguen las obras de reconstrucción del viejo palacio, que junto con la joya de la iglesita románica describí hace ya muchos años. Aquí nos encontramos con un tramo de la vía romana señalada y seguimos por ella un rato. Nos salen al paso todos los arbustos que entreabren sus flores a finales de abril y las flores rastreras entre los mismos: los bojes, los agavanzos, los saúcos, los barbadejos (viburnos lantanas) o bolas de nieve, los laureles cerezos, los salgueros negros, los carraspiques, las aguileñas, las agujas sangrientas… De vuelta del camino, nos acercamos al río Urrobi, que debajo de la nueva carretera  NA-2040 parece que se crece un poco, y a un tiro de ballesta encontramos  el rectángulo de la excavación que la Sociedad de Ciencias Aranzadi-Museum of London Archeology (MOLA) estudió durante los años 2015-2021: siete espacios, dos de ellos con sistema de calefacción o servicio termal, que parecen luego abandonados, para pasar, probablemente, a taller metalúrgico, dados los restos de construcción, escorias de hierro, cerámicas romanas, restos óseos de animales… Tal vez  no es más que una parte de un mucho mayor espacio.  Según todas las fuentes, en todos los aledaños de la vía hubo varias minas explotadas de  hierro, cobre, estaño y plata. 

Y, al final de la jornada, buscando algo más sustancioso. nos plantamos en Espinal –el Espinal mencionado en el monolito que recuerda la fundación del poblado por el rey Teobaldo II- o  Aurizberri, que nos recibe con un ligero sirimiri,  una especie de gesto de la lluvia, que nos promete y no nos da hace ya varias semanas. Aquí sí está abierta la Casa del Concejo, que anuncia los miliarios en su misma fachada. Ocupan el lugar preferente del zaguán, todo él dedicado a explanar los diferentes aspectos de la calzada romana, con mapas, textos y fotografías, desde Campo Real Fillera – (Zaragoza) a Burguete, pasando por Lumbier y el Valle de Arce.

Nos quedamos un rato contemplando los tres miliarios descubierto en el cercano término de Mugarriluze,  dos de ellos dedicados al emperador Constancio Cloro (305-306 d. C.)  y al emperador Aureliano, (270-275), con inscripciones en latín, fácilmente interpretables. Mientras nos entretenemos en esto, suben al primer piso muchas chicas del pueblo, y comienzan pronto a cantar.

Damos luego una vuelta por el pequeño pueblo-calle a orillas de la carretera, de dos centenares y medio de  habitantes, prolongado por una urbanización ajardinada, donde está el alberge, que es  a la vez restaurante y bar, El ribazo de subida al cementerio es una pequeña exposición de antiguas estelas funerarias, la mayoría sin fecha. En el interior hay algunas modernas.

Cuánto todavía por conocer…