Piedad de mí. oh Dios, por tu bondad.
Por tu inmensa ternura, borra mi delito.
Lávame a fondo de mi culpa.
Purifícame de mi pecado.
(Salmo 51, 3-4; Ez, 18, 22-23)
Piedad de mí, oh Dios.
Que sólo Tú
eres
esencialmente piadoso.
Ningún otro lo es.
Por tu piedad,
por tu ternura,
que los hombres entendemos mejor,
borra mi delito.
Son tantos y tan varios,
que sólo tu piedad
puede aniquilarlos.
Porque eso quiero, Señor,
esta nueva Cuaresma,
tomar en serio tu bondad
a pie juntillias,
mis rodillas en tierra y en mis labios tu cruz.
Quita, borra, destruye
no dejes rastro alguno
de mis culpas,
como hacemos nosotros con aquello
que queremos
que nadie vea,
que nadie huela,
que nadie intuya
que está en nuestro poder.
Que ni yo pueda un día recordarlo,
y menos tomarlo a pecho,
lo que sería
dudar de tu piedad
hacerla añicos..
Lávame, sí, a fondo de mi culpa
con el agua lustral de tu perdón.
Purifícame de mis muchos pecados,
y quede limpio ante Ti
por tu sola justicia.
¿Acaso te complaces con la muerte del malvado,
y no quieres más bien que se convierta y viva?