(Mt. 24 37-44)
Igual que en los días del diluvio:
comían, bebían, se amaban, engendraban…,
y llegaron los turbiones
y todos desaparecieron.
Hemos visto morir de repente
parientes, amigos, compañeros,
en casa, en la calle, o en un choque de autobús.
Y seguimos viviendo como antes.
Tememos al ladrón
que entre en nuestros pisos a robarnos,
pero esperamos mucho menos a Dios Nuestro Señor,
el día imprevisto de la muerte.