Primer domingo de Cuaresma

                       (Jer 2, 1-37)

 

Un día, te seguimos fielmente
por el áspero desierto de la vida,
camino de la tierra feliz de las promesas.
Confiamos en ti, primicias de tu gracia.

Pero luego  te dejamos,
manantial de aguas vivas,
para hacernos cisternas agrietadas
que no quitan la sed.
Rompimos, insensatos,
el yugo confortante de tu ley
y fuimos tras los dioses del momento,
que no eran tales,
sino cínicos  ídolos tóxicos,
dolosa vanidad.

Viña selecta nos hiciste
y acabamos pareciendo
inútiles sarmientos
de vid bastarda.

Ante el leño y la piedra
de altares idolátricos
hincamos las rodillas del deseo
y de ti nos alejamos
días sin cuento.