El telescopio espacial James Webb, lanzado el 25 de diciembre de 2021, es un observatorio espacial desarrollado con la colaboración de 14 países, construido y operado conjuntamente por la Agencia Espacial Europea, la Agencia Espacial Canadiense y la NASA `para sustituir los telescopios Hubble y Spitzer. Gracias a él los investigadores se acercan cada vez más a los primeros instantes del universo, hace 13.800 millones de años, y están facilitando imágenes con una definición sin precedentes. Los científicos buscan en ellas la luz de los primeros momentos de la creación.
Aficionado como soy a la astrofísica y de la astronomía, nuestra verdadera historia universal, recuerdo lo impactante que fue para mí lectura del libro de Steven Weinberg, Los tres minutos del universo (1977). En la primera milmillonésima de segundo tras el Big-Bang, el sabio norteamericano, que cuatro años después ganaría el premio Nobel de Física, nos describía el universo inconcebiblemente caliente, lleno de cuarks revoloteando unos alrededor de los otros. Al cabo de una millonésima de segundo, la temperatura seguía alcanzando los diez billones de grados, pero ya era lo suficientemente baja como para que los cuarks pudieran unirse y dar lugar protones y neutrones. Diez segundos más tarde, la temperatura había bajado, pero todavía era era de 1000 millones de grados. En ese momento empezaron a formarse los primeros núcleos atómicos.
El guión de Weinberg, afinados algunos detalles, sigue vigente. Los científicos de hoy día han calculado que al final de los tres primeros minutos la materia del universo estaba constituida en un 75% de hidrógeno y en un 25% de helio, con proporciones homeopáticas de litio y berilo. Justo la composición del universo actual; lo que confirma la teoría del Big-Bang, cuyos ecos, como ruido de fondo que llenaba el cielo por igual, registraron en el rango de las microondas, en 1964, los físicos y radio astrónomos norteamericanos Arno Penzias y Robert Wilson.
Tras miles de millones de años nacieron las primeras galaxias y las primeras estrellas. Eran verdaderos gigantes, cien veces más pesadas que el sol, veinte veces más calientes y un millón de veces más brillantes, que se movían con mucha más rapidez y virulencia y agotaban todo su combustible en unos pocos millones de años hasta colapsarse. Mucho más jóvenes son galaxias como la Vía Láctea y dentro de ella el sistema solar, cuyo centro, el sol, se formó hace solo 4600 millones de años. Muchas estrellas son mucho más jóvenes aún.
A todas ellas quiere llegar el ojo de águila cósmico del James Webb, que irá dándonos algunas de las noticias más relevantes de nuestro cosmos.
Qué alivio y sobre todo qué gozosa maravilla poder de vez en cuando despegarnos de los cotidianos y pequeños quehaceres de nuestro mundillo y entre-tenernos un rato en las verdaderas altas esferas del universo:
Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado…