Baruc 5, 1-9
Pueblo mío, Jerusalén,
quítate el vestido de luto y de penas
y vístete con las galas
de la gloria gozosa de Dios.
Porque Él mostrará tu esplendor
a todas las naciones
y te dará para siempre el nombre
Paz en la justicia y gloria en la piedad.
Levántate, pueblo mío, y mira hacia oriente.
Contempla a todos tus hijos,
convocados por Dios en todos los espacios del orbe,
disfrutando de su grato recuerdo y su alegre presencia.
Si un día se fueron huyendo,
o arrastrados por crueles enemigos,
ahora Él te los devuelve,
luminosos de gloria y en litera real.
Dios ha ordenado ajustarse a la misma geografía:
rebajará los montes elevados y las dunas prominentes,
y, en cambio, rellenará los valles y barrancos
para hacer así seguro el paso del pueblo de Israel.
Los bosques y los árboles fragantes
le darán sombra y perfumes,
y Dios, justo y compasivo,
los conducirá a la luz alegre de su gloria.