Recorrido por Pamplona

 

      Una treintena de socios y simpatizantes de la Peña Pregón, dentro de los sencilos fastos del 75º aniversario, nos fuimos ayer de excursión por Pamplona, la ciudad donde vivimos. Tal vez la excursión-incursión más necesaria, porque solemos conocer mal nuestro propio solar (de suelo y de sol). Visita al Museo de San Fermín, seguida de una misa cantada en su popular capilla, en la fiesta de San Miguel, otro patrón antiquísimo del Pueblo de Israel y de la Iglesia universal, aunque aquí sólo sea el del monte Aralar, el probable sucesor del Mercurio romano. Recorrido por la plaza de los Ajos, ante el histórico convento-iglesia de las Agustinas; por la calle Mayor, ante el Colegio de Huarte, de los palacios de Ezpeleta, de Redin-Cruzat, del Condestable, e iglesia medieval de San Cernin: por la plaza del Ayuntamiento, ante la casa consistorial… Los doctos -que es mucho más que doctores- Juan José Martinena, Joaquín Mencos y José María Muruzabal nos han guiado e ilustrado en cada una de las estaciones culturales, guardando tiempos y respetando espacios, lo que en una vía pública no deja de ser un arte más. Joaquín, que estuvo hace no mucho entre la vida y la muerte, ha mostrado bien su recuperación con voz poderosa y buen oficio de narrar, hablando con rigor y vehemencia de sus gloriosos antepasados (los trípticos que sobre ellos nos ha regalado son una joyita).

Un descanso por la abarrotada, por sanferminera, calle de la Estafeta, y, luego, visita guiada oficial a la plaza de toros, tras una sonrisa pícara a la efigie de Hemingway, y no sólo a la plaza -coso y tendidos-, sino a un laberinto de patios, pasillos, estancias aledaños, que uno, inexperto más que nadie en este arte del toreo, cercano sólo por la literatura y el patriotismo, no podía imaginar. El Museo de conjunto, exposición gráfica y audiovisuales incluidos, bien se merece una visita, se sea o no aficionado. Y, como final, siempre deseado tras la caminata, un vino navarro y español y  un bocadillo de txistorra con TX, en la  terracilla del próximo Club Taurino, para que todo fuera redondo al estilo de la plaza.

Ser así tour-ista cultural (a vueltas con la cultura) tiene un triple encanto: lo que se siente (se vive), lo que se anda, lo que se habla. ¿No somos la Peña Pregón? No podemos vivir sin pregonar.