Miraba Renoir las flores, las mujeres y las nubes,
como si las tocara y las acariciara,
según su hijo, el cineasta Jean.
Ver su nutrida exposición de cuadros
es una alegre prueba de su prodigio táctil,
de su empatía humana y natural.
Miraba Renoir las flores, las mujeres y las nubes,
como si las tocara y las acariciara,
según su hijo, el cineasta Jean.
Ver su nutrida exposición de cuadros
es una alegre prueba de su prodigio táctil,
de su empatía humana y natural.