No lo vi en mis estancias en Jerez. y lo veo ahora en el Bellas Artes de Bilbao, llevado desde el Museo Arqueológico de la ciudad andaluza, en la quincuagésima edición de la Obra invitada, la exitosa iniciativa del Banco de Santander. De entre las cabezas de ancianos que nos ha dejado el arte en todo el Imperio Romano, sobresale, por su relevante serenidad y belleza, ésta de mármol, de 36 cms. de altura, cuello alto sobre un leve tronco, encontrada en el yacimiento romano de Mesas de Asta, cerca de Jerez. Arrancada la oreja izquierda, con pequeños desperfectos en nariz y algunas pequeñas picaduras en el rostro, el romano maduro y urbano -no necesariamente anciano-, aquí retratado, a finales del siglo I antes de Cristo, mira a lo lejos y distiende levemente sus finos labios cerrados en una incipiente sonrisa que no acaba de abrirse. Las patas de gallo, las arrugas en la frente, los pliegues en el cuello, el pelo corto y escaso, con entradas en ambos lados revelan el paso de la edad. Me quedo un rato contemplándolo y dialogando con él.