Todavía andan por ahí gentes que parecen serias hablando y escribiendo de la estrella de los Magos, citando a Kepler, discutiendo sobre no sé cuántas conjunciones de planetas, sin dejar de lado, claro, al cometa Halley. Como si la Biblia fuera un libro de astronomía, después de lo que dijo al respecto el grande y piadoso Galileo Galilei. En uno de esos inútiles empeños, nuestro astrónomo Javier Armentia, llamado a opinar, ya apunta la más que probable tesis de que el relato mateano sea un texto mítico, no histórico, aunque mejor hubiera sido decir que se trata de un género literario, no histórico, al servicio de una interpretación teológica, como en muchos lugares de la Biblia (al igual o de similar modo que en mil obras antiguas) y especialmente en los dos Evangelios de la Infancia, de Mateo y Lucas. Pero es entre nosotros tan grande la ignorancia de la literatura antigua, Biblia incluida, y no digamos de la exégesis bíblica actual, que llegamos, en 2008, a tener que lamentar estas antiguallas. Y, la verdad, cuando a la ignorancia se junta el antieclesialismo y el anticristianismo, que campan a sus anchas, incluso en algunos diarios digitales españoles tradicionales y conservadores, como EC, qué cosas tiene uno que leer.- Hace muchos años que expertos biblistas nos enseñaron que el relato mateano de los Magos es uno de los muchos relatos literarios, no históricos ni biográficos, escritos con el fin de interpretar mesiánicamente episodios del Antiguo Testamento. Así, en el episodio de la huída a Egipto, el cruel y sanguinario Herodes el Grande es comparado con el Faraón egipcio, que mandó matar a los niños hijos de israelitas. En este caso, puede tratarse de las tretas del rey moabita Balac, que intentó una y otra vez (Núm 22-25) conseguir que el singular profeta Balaam (el de la burra habladora) maldijera al temido pueblo judío. Pero una y otra vez, después de muchas peripecias, el profeta cortesano habla en nombre de Dios para bendecir (alabar y ensalzar) al pueblo de Israel, de quien anuncia un futuro esplendor, de la mano de un gran caudillo: Lo veo, aunque no para ahora / lo diviso pero no de cerca; / de Jacob avanza una estrella / un cetro surge de Israel. Ya, por otra parte, Armentia había recordado con acierto que en aquel tiempo no era nada raro leer en las vidas de los grandes hombres vincular su nacimiento con fenómenos astronómicos: por ejemplo, una estrella apareció cuando nació César y un cometa acompañó su muerte. En el episodio de los Magos de Oriente la intención teológica del autor del primer Evangelio (escrito en griego entre los años 80 y 90 d.C., probablemente en el norte de Galilea o sur de Siria) es la de proclamar, sirviéndose de un relato literario novelesco, la universalidad del mensaje cristiano de Jesús, que nace para manifestarse (Epifanía: manifestación) a los griegos, a los orientales, a los paganos, representados aqui por los magos, gente deseosa de saber y de conocer todo lo bueno y nuevo que ocurriera en el mundo circundante.