La incredulidad de los Once
(Mc 16, 14-16)
Ni creyeron a Pedro,
ni a Juan,
ni a sus amigos de Emaús.
Y menos a María Magdalena y sus amigas,
que fueron a la tumba la mañana del domingo.
Hasta que vieron a Jesús,
sentados un día a la mesa.
Les echó entonces en cara
su necia incredulidad,
su espesa dureza
de corazón
por no creer que estaba vivo.
Y fue tal su conmoción,
tan honda desde entonces su confianza
en la persona de Jesús,
que lo dejaron todo
y se fueron por el mundo,
jugándose el tipo,
a predicar la vida y la muerte del Maestro.