Se iba yendo, frágil, en los úlimos años, como le gustaba decir, siguiendo un artículo mio –¡Nos vamos yendo!-, que tanto le gustó. Ahora se nos ha ido definitivamente. El Justo. El sabio. El amigo maestro y hermano. Doy por hecha la despedida en prosa en aquella reciente recensión que hice de su último libro, De campesino a historiador (cuaderno de bitácora,12 abril 2002). Hoy, con esta décima espinela, le doy la bienvenida en el cielo:
Hasta Dios, frater Tarsicio,
sabemos que alzaste el vuelo.
Paz y Bien es ese cielo,
Dios en su pleno ejercicio.
Bien remataste tu oficio:
ya es eternidad la historia,
ya la finitud es gloria
y gozo el penar humano.
¡Maestro, amigo y hermano,
Dios te guarde en su memoria!