Segundo Domingo de Cuaresma

Mc 9, 2-8; Mt 17, 1-8; Lc 9, 28-36

 

La escena que describen los tres evangelistas
es una epifanía pascual, gloriosa,
de Jesús resucitado, plenitud de toda creación.

Ante Juan, Santiago y Pedro,
sus mejores amigos, que estaban orando,
Jesús apareció con un rostro de sol
y vestidos  tan blancos,
que ningún batanero podría imaginar.
Elías y Moisés, símbolos de la Ley y los Profetas,
conversaban con él, su corona y cumplimiento.
Pedro, entre contento y miedoso,
quería hacer tres tres tiendas y quedarse allí.
Pero pronto una nube  -la presencia divina-
los cubrió con su sombra y oyeron una voz,
similar a la oída en  el bautismo de Jesús:
Este es mi Hijo muy amado: escuchadle.
Y se quedaron solos con Jesús,

que les quitaba el miedo y les daba la paz.