Sigue el obispo Setién

Sigue el obispo Mons. José María Setién defendiendo y justificando su largo episcopado guipuzcoano (1972-2000). Ahora con un libro recién publicado, Un obispo vasco ante ETA. El periodista de El País, José Luis Barbería, le entrevistaba anteayer muy hábilmente para su periódico y quedaba bien dibujada la silueta humana y cívica del prelado. Setién, que no se autocritica nunca, cree que ETA hunde sus raíces ideológicas en el marxismo; se pregunta con retintín si después de Franco desaparecieron las conductas injustas procedentes del poder polìtico; enumera entre las actuaciones injustas, que debe denunciar la Iglesia, la dispersión carcelaria; cree manipuladas a las víctimas del terrorismo etarra; no parece dar importancia a que los polìticos no nacionalistas estén perseguidos y amenazados de muerte; afirma que los derechos históricos vascos «fueron violentados mediante la acción de una violencia que se ha convertido en Derecho«, y quisiera saber «si esos derechos existen y han sido incorporados debidamente a la Constitución«; no ve más vascos que españolistas, por un lado, y vasquistas y nacionalistas, por otro; no quiere para Euskadi «la unicidad del modelo soberanista de la llamada nacionalidad española«; sostiene que el derecho de autodeterminación que él reivindica  no es  necesariamente el derecho a la secesión; mantiene que cada persona es libre de optar «por el colectivo nacional al que quiera pertenecer» (sólo uno, al parecer), y, en fin, asevera que, si el perdón exige previamente la aplicación de una justicia vindicativa, no hay perdón sino «ánimo de venganza«, al menos en el orden jurídico. Y, después de todo esto… no se atreve a llamarse nacionalista vasco! La entrvista da para muchos comentarios. Estoy de acuerdo con el obispo emérito en que fue no pocas veces injustamente juzgado y hasta infamado, incluso brutalmente infamado por los anticlericales de izquierda y de derecha, pero el antiguo catedrático de teología moral de la universidad de Salamanca ya debiera saber que en la acción pastoral, sobre todo en tiempos tan recios como los suyos en Guipúzcoa, Euskadi y España, no bastan las palabras, las homilías o las cartas pastorales, sino que se requieren gestos, actuaciones y a veces actuaciones proféticas frente al terror, al odio y al etnicismo fanático, y eso… no lo hemos visto o nunca o casi nunca, ni en el obispo Setién ni en lo que él llama «la iglesia vasca» en general, incluidos religiosos, sacerdotes, universidades, seminarios, parroquias, asociaciones laicales, etc. En una de sus respuestas sobre las víctimas, intenta justificarse así: «Nunca me he negado a recibirlas y no sé a qué responde esa acusación de frialdad que me atribuyen». Pero ¿es que lo más propio de  los pastores, que visten símbolos pastorales, es recibir a las ovejas doloridas, malheridas y amenazadas? ¿No hay ahí una concepción arcaica, por no decir algo más duro, de la misión episcopal y sacerdotal?