Sobre la vivienda digna

 

                       Lo cierto es es que los dos grandes partidos de la democracia española no tuvieron tiempo ni ganas en estos cincuenta años de hacer la ley nacional de vivienda en España, y que ha  tenido que llegar PODEMOS, para aprobarla -ahora la llaman estatal- con la ayuda del PSOE, Esquerra Republicana y Bildu.

Sin el necesario consenso mínimo sobre el precio del alquilar y sobre el derecho de propiedad, que es necesario para que sea verdaderamente una ley nacional de verdad, pueda llenar el vacío de un derecho fundamental, aunque no judiciable, y pueda surtir los efectos necesarios durante mucho tiempo. Esperar otra cosa de tales responsables y dirigentes era pensar en lo excusado. Decenas de oráculos ya están profetizando que, después de esta ley, habrá menos viviendas, y serán mucho más costosas, sobre todo para los jóvenes, que son los que más las necesitan

Por lo demás, el tiempo preelectoral elegido propicia los alardes populistas más frívolos, sobre todo si salen de la boca del presidente del Gobierno, que, según frase feliz del jefe de la oposición, intenta emular el milagro de los panes y los peces con otro, más actual, de los panes y de los pisos. Cada día nos canta un nuevo número de lotería. Y nos repite, como ya escribí en otra entrega, el cuento de la lechera. Esperemos que, al menos, algunos de esos números sean ciertos.

En cuanto a la okupación de las más de 100.000 viviendas -no olvidemos que la k tiene una cierta matriz etarra-, lo más fácil es confundir un casero normal con un fondo buitre para que la demagogia tenga lucirse. Pero todos tenemos amigos o conocidos, que no son buitres, a quienes les han okupado el piso y hasta toda la casa y les han hecho sufrir lo indecible. Con esta ley podemos decir adiós a aquella propuesta, que parecía común, de desalojar al okupante en menos de 48 horas.

No es bueno que se nos vayan apagando, en estos prietos meses, tantas ilusiones.