Por indicación de un viejo amigo en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, una organización antiabortista me pide un testimonio para unirlo al de algunas personas que han ejercido cargos en el PSOE y que no están de acuerdo con el anteproyecto previsto para la ampliación del aborto y su exclusión del código penal. Les agradezco su deferencia y les digo que hace muchos años no soy del PSOE y que en distintas ocasiones y en determinados puntos he sido muy crítico públicamente con él; así que, si de fidelidades y contrastes se trata, de poco valdría mi testimonio; serviría seguramente para lo contrario de lo que se se pretende. Les remito al grupo Cristianos por el Socialismo, grupo de militantes fervorosos dentro del partido, que son y se confiesan cristianos e intentan hacer compaginable y visible su doble militancia socialista y cristiana. Suelen aparecer, por desgracia, demasiado antes de las elecciones y mucho menos durante el curso de los días. A mí puede parecerme todo eso un tanto antiguo, pero no seré yo quien critique un honrado propósito y menos cuando conozco tan poco de su actuación y a tan pocos de los que actúan. De todos modos, recuerdo que en 1976, estando trabajando en el Archivo de Salamanca, conocí a un joven médico salmantino y socialdemócrata, que sería después alcalde de la ciudad, quien me habló por vez primera de esa operación, creo que porque le habian hablado en Barcelona de ello. Acababa yo de impulsar la refundación del partido en Navarra -donde sonaban entonces todas las músicas izquierdistas menos la socialdemócrata- y conocía bastante bien el socialismo europeo y español. Cuando me animó mi amigo a participar en las misional tarea de Cristianos por el Socialismo, le pregunté socarrón: -¿Y por qué no también Socialistas por el Cristianismo? ¿O esto no se puede decir y aquello sí?