Tengo para mí que lo mejor de este todavía reciente y original programa televisivo es el programa mismo, como espejo del país y espejo también de los políticos que se enfrentan cara a cara con un público a quien no conocen y que pregunta lo que quiere. Nada parecido a los mítines, tribunas de propaganda y demagogia, ni tampoco con el Parlamento, tribuna oficial de la ortodoxia de los partidos y de los intereses que mandan en cada momento. El programa de hoy ha dado una buena imagen de la España de hoy: un país postrado por la crisis y la desconfianza ante la política y los políticos, con un bajo tono vital, y de un presidente del Gobierno, que se ha esforzado, con la conciencia de hacerlo tarde, en infundir esa confianza, en unos momentos bajos para él y su gobierno, cumpliendo un penoso deber político. Y pedagógico: lo que es más difícil todavía.