(Is 10, 20-23)
Aquel día venturoso,
no iremos tras aquéllos que nos hieren,
ni tendremos por señores
aquéllos que se burlan de nosotros
y nos llevan al engaño y a la muerte.
Y volveremos por fin
al fortín de nuestro Dios,
nuestro hogar y descanso.
Porque Él nos libró de los peores enemigos,
de la derrota final, definitiva,
todos somos el resto de Israel,
los hijos de las promesas.
Numeroso
como arena del mar,
tu pueblo extenderá su salvación
al resto de los pueblos.