Tres «nivolas» de Unamuno


Acabo de releer tres importantes novelas, o, mejor, nivolas, un día muy populares, de don Miguel de Unamuno, Niebla, Abel Sánchez y La tía Tula. Tres intensos dramas familiares de amor, pasiones, celos, odios, envidias, maternidad y paternidad, remordimientos y arrepentimientos, sostenidos casi siempre en diálogos vivos, densos, duros, en torno a los eternos temas agónicos unamunescos, sin apenas distracción descriptiva exterior ni concesión alguna a otra cosa que no sea el núcleo dramático.»Relatos dramáticos acezantes –dice de ellas don Miguel en otra ocasión-, de realidades íntimas, entrañadas, sin bambalinas ni realismo en que suele faltar la verdadera, la eterna realidad, la realidad de la personalidad«.  Las tres obras son una disección implacable del alma del ser humano, con sus virtudes y miserias, especialmente de la más generosa alma femenina en la tercera de ellas. Y en las tres se intenta esclarecer el enigma de la identidad humana, de su identidad cambiante y plural –el otro, la otra-, incluso en el diálogo genial entre el autor de la novela (MdU) y el protagonista de Niebla, que hubiera preferido suicidarse tras su fracaso amoroso a dejarse matar por aquél.- Lectura apasionante, exigente, abierta a las mil reflexiones sobre temas perennes, expuestos en circunstancias sociológicas muy diversas de las nuestras, pero con actitudes y actuaciones más cercanas de lo que podría parecer. Y en los tres dramas amorosos, existenciales y humanísimos, el mejor Unamuno, tan necesario hoy.