Ha llegado tu dolor hasta mis tuétanos,
estando mis puertas cerradas y mudos todos mis timbres.
Ya no sé si la tarde es la tarde, y si la noche es la madre del sueño.
Ya no sé si el silencio es absurdo, o es el medio
mejor de acompañarte.
Porque el dolor impone silencio a todo lo demás
que no sea acunarlo con mimo o arrojarlo por la fuerza.
Por eso te pido que me digas
qué vas a hacer con tu dolor de cada día,
para que sepa yo domar a las palabras,
cultivar o suprimir el compás de los silencios,
y pueda aparecer ante tus ojos
como un ser
digno de estar en este mundo.