Ultras

La verdad es que, si ya la fecha de la concentración de las familias católicas, del 30 de diciembre, presidida por tres cardenales españoles, nos pareció demasiado cercana a la campaña electoral, ¿qué nos podrá parecer el que la elección de la llamada cúpula episcopal española se celebre en plena campaña política, a seis días de la cita con las urnas? Lo cual, como era de prever y hasta de ver, ha convertido en electoralistas, en el peor sentido de la palabra, la misma elección eclesial, las primeras palabras de Mons. Rouco, la elección de algunos presidentes de comisiones (como el «de la Inquisición«, según El País) y hasta las múltiples declaraciones de los locuaces políticos españoles. Éstas han sido, en general, como era de temer, vulgares, zafias y hasta agresivas. Me ha parecido patético un editorial del diario Deia, el órgano del PNV, el antiguo partido confesional, devenido después democristiano, y ahora no se sabe qué. El editorialista no sólo habla de involución y ultraconservadurismo, sino también de integrismo y nacional-catolicismo. ¡Si lo leyera el fundador Sabino, que fue, como buen hijo de carlistas y carlista él mismo durante una primera etapa, el archicatólico y nacional (vasco)-católico por excelencia! Claro que se trata ahora de la Iglesia española, y ya se sabe que todo lo que es España no puede ser cosa buena. Por si acaso, no hay el menor elogio al derrotado ex presidente, el moderado obispo de Bilbao, a cuyo obispo auxiliar, recién designado, por muy guerniqués y euskaldún que sea, se le propina una recia andanada. Viniendo de Córdoba como viene y de la mano de Blázquez –un tal Blázquez, venido de Ávila-, tampoco puede entusiasmar a nadie. Me molesta más que las razones, que pueden tener una cierta carga de razón, ese tono despectivo, agrio, hostil de todos estos comentarios, sin pizca de finura ni de respeto. No da para más nuestra pobre y cainitizada clase política, y menos la izquierdista-laicista-soberanista-independentista. De todos modos, polìticos, comentaristas, periodistas, escritores, etc., debiéramos excluir palabras que comiencen por ultra: ultra-conservador, ultra-derecha, ultra-izquierda… El ultra latino (allende castellano) lleva más allá de las extremidades (manos) extremas y arroja a los fuor-usciti (forajidos) a extramuros del sistema democrático y civilizado, en esa zona tenebrosa donde toda incertidumbre, miedo y terror es posible. Mala cosa insultarnos así para destruirnos, en cualquier momento, así también.