Acabo de pasar un buen rato con Sue Hubbel, bióloga de carrera y bibliotecaria de profesión, convertida en una granjera apicultora –Dama de las Abejas-, pobre, ilustrada y activísima, que vive hace años en las montañas Ozarks, al sureste de Misuri. Hubbel es también la autora de un libro exitoso Un año en los bosques, que, según el premio Nobel, J. M. G. Le Clezio, es un libro que le ha hecho tan feliz como cuando leía a Virgilio junto al mar, a la sombre de los olivos; un libro, en el que la poesía es una respiración, en el que el lenguaje nos acerca su música. – Ahora es también otoño en la vida de la granja. He acompañado a su dueña en el arreglo del nuevo tejado del altillo del granero, y en sus recuerdos maternales de su hijo Brian, que ahora estudia en una universidad lejana y ha venido unos días de vacaciones con su novia Liddy para ayudar a su madre. Me he enterado de las relaciones de Sue con granjeros vecinos en cuanto a las colmenas de sus abejas y he sabido qué son los avispones cariblancos y cómo pican sin perder el aguijón, como las abejas. He conocido la historia de sus perros, la de sus abuelos y hasta la de su educación con la monja católica Esther, aunque ella no es católica.. No ha sido menos apasionante la historia de sus gallinas, gallos y pollos y las batallitas contra sus agresivos perseguidores: coyotes, zorros, halcones, mapaches, zarigüeñas y búhos. He seguido a la intrépida granjera en algunos de sus viajes comerciales para vender miel, y en la última reparación de la caseta de bombeo y del gallinero. Y la he visto, en fin, cuando, después del áspero trabajo, dejaba en el granero los caballetes, la sierra circular, el taladro atornillador, un nivel, una escuadra de carpintero, cinta métrica y latas llenas de tornillos y clavos.