Asi llamaban en mi pueblo a los incidentes en la salud.
Aviso siempre de Dios, ceador y conservador de nuestras vidas. Del cuerpo, que traduce, cuando puede, la medicina. Y de uno mismo a uno mismo.
Ayer, tras el almuerzo, me advino, súbito, un vértigo periférico, agudo pero no grave, que me hizo pasar un muy mal rato. Los servicios médicos llegaron a tiempo y mis ángeles custodios estuvieron siempre a punto.
Medicación y varios días de calma.
Un aviso.