Me piden de un periódico que les envíe el texto que, supuestamente, voy a leer esta tarde en la presentación de nuestro libro Navarra: tempo y espacio. No suelo leer un texto en estas ocasiones, sino hablar, aunque no de caldo de cabeza, sencilla y llanamente, según las reglas clásicas de la oratoria. Pero hago un pequeño esfuerzo y, a malincuore, comienzo a sintetizar los dos primeros párrafos que pensaba recitar:
Cada día son más los filósofos y escritores europeos y no europeos, que consideran el viejo lema de nuestros padres y abuelos, Dios y Patria, más nuevos y progresivos que nunca. Porque tomando en serio a Dios y a la Patria, se evita convertir a los seres humanos en diosecillos o ídolos que hacen imposible la convivencia humana, y se aprende a servir a la Comunidad en la que vivimos, sin esperar solo, interesadamente, sus servicios.
Navarra, que no es mejor ni peor que ningún otro país, pueblo, región, nación o sociedad; que es distinta pero muy parecida a otras tierras, es una de nuestras patrias, de nuestras matrias y de nuestras fratrias, de la que nosotros somos patriotas, matriotas y fratriotas. Y a ella debemos conocimiento, amor y gratitud…