El machismo literario, tan notorio por mil trazas en todas la literaturas, llega incluso en la nuestra hasta nuestros primeros padres, y se endilga a Eva, como era de temer, y nada menos que en una canción popular, registrada a comienzos del siglo XVII, hasta la poca consistencia de su fidelidad conyugal, fidelidad simplemente constatable por falta de posibilidades. Lo que no se predica de Adán. Lo cierto es que el machismo de la letrilla queda algo desdibujado por la gracia de la cosa y el acierto de la cuarteta;
Sólo Adán en el mundo
no tuvo cuernos;
porque no tuvo Eva
con quién ponerlos.